Entre bodas y el “felices para siempre”.



Estoy en medio de una serie de eventos afortunados, donde mis grandes amigas se comprometen con el amor de su vida, se están casando, y otras más ya están viendo a sus hijos nacer, pero antes de todo eso siempre pasan por el proceso más cansado, nervioso y exquisitamente estresante. Lo siguiente es para todas que se encuentran en vísperas de unir sus vidas con su amor verdadero (especialmente para mis amigas que ya lo han hecho y que pronto lo harán).
Tal vez es amor a primera vista, a segunda o tercera. Tal vez son las palabras que salen para enamorarlas. Tal vez sólo las vieron entrar y  quedaron flechados y lucharon hasta ser aceptados.
Después llegó la primera cita, el primer mensaje matutino, la primera rosa, el primer beso, después de eventos afortunados, él ya estaba de rodillas y de la nada y con emoción llegó el “sí”.
Elegir la fecha, la banda, el lugar, el pastel y lo mejor ¡el vestido!, cada persona necesita un gran amor; cada mujer necesita algo viejo, algo nuevo, algo prestado y algo azul, no pueden esperar escuchar el “felices para siempre”. Después las sillas se acomodarán en el salón, el juez dirá las palabras “unidos para siempre”. Días, horas y meses, estrés, llanto, sonrisas, nervios, una nueva vida empezarán, junto al amor que en su vida ya está.
Vienen las despedidas, los pastelitos, la música, los juegos y las amigas que quieren mostrar su alegría, su fiesta, su apoyo para unirlos.
De pronto todo eso pasa muy rápido, papá ya está abriendo la botella y mamá empieza a llorar, las damas los zapatos se empiezan a quitar y el pastel se corta ya.
Finalmente la banda empieza a tocar, el primer baile con él, y después de tanto, al final valió la pena unirte con la persona quien tomará tu mano el resto de tu vida. Levantan las copas a su favor, y los dos se vuelven dignos de encontrarse en ese momento, en ese mismo lugar.
Después de la luna de miel, lo mejor está por venir, los dos serán el ying de su yang




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