No podemos engañarnos…
La biología nos determina
quienes somos desde la fecundación, nos dice que tenemos una acumulación de
genes que nos define, llamado ADN, éste es una carta imborrable que nos hace tal
y como debemos ser; pero inapelablemente somos humanos, vivimos en una
evolución irreversible y permanente de cambio.
Es decir, crecemos y
nos desarrollamos y conforme a esto la vida nos va alterando.
Nos exponemos a
rasgos nuevos y riesgos inherentes; maduramos y dejamos de llorar por lo que
antes lo hacíamos, paramos de ser territoriales, la competencia contra otros decae,
los errores llegan con más frecuencia y el ego se desvanece para aprender de
ellos y con el tiempo, decidimos enfrentarnos a nuestros mayores miedos
convirtiéndolos en aliados y en dosis de adrenalina.
Bien o mal, inevitablemente un día confrontamos nuestra herencia, la olvidamos para cambiar hasta el punto de que somos
irreconocibles.
Vamos dejando parte
de nosotros en otras personas, amores, problemas, sueños y fracasos, vamos
dando lo mejor hasta que ya no queda nada más que dar, hasta ya no intuir cómo hacerlo, entonces te encuentras perdido sin saber a dónde perteneces, sin conocer qué hiciste mal.
Encontrar el camino
de vuelta y volver a confiar en tu esencia suele ser difícil.
No existe un mapa que
nos diga cuál es el camino, y por mucho que deseemos escucharlo en voz de otras
personas, no llega la ruta adecuada; en ocasiones sólo tenemos que cerrar los ojos, dar
el primer paso y rezar para llegar allí, al final del día no podemos engañarnos, no podemos ignorar de lo que estamos hechos, aunque ciertas
veces lo olvidemos. Siempre, por justicia a nuestra naturaleza, debemos regresar
más fuertes que antes, ya que en cada nuevo nivel de nuestro desarrollo la vida
nos demanda una nueva y mejor versión de nosotros.
Comentarios
Publicar un comentario