Amo la forma en que me hieres






Felicia Simion Photography


Nuestro cuerpo soporta huesos rotos, algunos órganos que llegan a estallar y dañarse, que la carne se desgarre. La ciencia establece el procedimiento para atender cada herida que sufrimos. Pero cuando se trata del corazón, cuando nos desmoronamos por dentro, no existe método que nos ayude.

Es fácil decir que debemos de dejar sentirnos así, pero no hay nada peor que tratar de hacerlo; somos yonkis del dolor, de la supervivencia y no de la felicidad.
Amamos el drama en nuestra vida, nos encanta sentirnos al filo del peligro, apreciamos el riesgo y lo hacemos propio, caminamos como si fuera la luz que necesitamos hacía la amenaza inminente del dolor, aquel que afecta al corazón que ningún cirujano puede operar.

Y nos preguntamos ¿por qué amamos la forma en que nos hieren?, de cierta manera es irresistible, no existe otra razón, es por la cual seguimos como kamikazes japoneses arriesgándonos aún con el presagio de un fracaso, y más que un fracaso, con la profecía que el corazón saldrá desgarrado de nuevo y no habrá que hacer, que sólo esperar que pase el tiempo y volver a exponer las heridas que no han cerrado aún y que estamos dispuestos a sacrificarlas otras vez, porque la contingencia y la hazaña es parte de nosotros. 

Tal vez sólo necesitamos alguien que nos mantenga en tranquilidad mental y nos dé esa aventura que a gritos pedimos. Tal vez sí exista; sólo debemos soportar con paciencia  los tiempos muertos en los que no sentiremos dolor.

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